Uno de los mayores talentos de Bloom era su olfato para las cosas significativas. Su trabajo inicial más importante se centraba en lo que podría llamarse “la operacionalización de los objetivos educativos”. Como ya he dicho, su maestro era Ralph W. Tyler. Cuando Bloom vino a Chicago, trabajó con Tyler en la oficina del examinador y le llamó la atención sobre la
importancia de elaborar especificaciones mediante las cuales pudieran organizarse los objetivos educativos de acuerdo con su complejidad cognitiva. Si pudiera desarrollarse tal organización o jerarquía, los examinadores de la universidad contarían con un procedimiento más fiable para evaluar a los estudiantes y los resultados de la práctica educativa. El resultado
La taxonomía cognitiva se basa en la idea de que las operaciones cognitivas pueden clasificarse en seis niveles de complejidad creciente. Lo que tiene de taxonómico la taxonomía es que cada nivel depende de la capacidad del alumno para desempeñarse en el nivel o los niveles precedentes. Por ejemplo, la capacidad de evaluar – el nivel más alto de la taxonomía cognitiva; se basa en el supuesto de que el estudiante, para ser capaz de evaluar, tiene que disponer de la información necesaria, comprender esa información, ser capaz de aplicarla, de analizarla, de sintetizarla y, finalmente, de evaluarla. La taxonomía no es un mero esquema de clasificación, sino un intento de ordenar jerárquicamente los procesos cognitivos.
Una de las consecuencias que se derivan de las categorías de la taxonomía es que no son sólo un medio a través del cual pueden definirse tareas de evaluación, sino que también proporcionan un marco para la formulación de los propios objetivos. A Bloom le interesaba proporcionar una herramienta práctica y útil, que fuese congruente con las características de los procesos mentales superiores, según se los consideraba en aquella época.
A la publicación de la taxonomía cognitiva siguió la publicación de la taxonomía afectiva. El trabajo de Bloom supuso una contribución destacada porque exploraba el terreno en que los educadores estaban interesados en adentrarse.
La contribución de Bloom a la educación va más allá de la taxonomía. Estaba
interesado fundamentalmente en el pensamiento y su desarrollo. Su trabajo con Broder (Bloom y Broder, 1958) sobre el estudio de los procesos mentales de los estudiantes universitarios fue otra iniciativa innovadora e importante para determinar lo que ocurría en las cabezas de los estudiantes a través de un proceso de estimulación de la memoria y de técnicas de pensamiento en voz alta. Lo que Bloom pretendía desvelar era en qué pensaban los estudiantes mientras enseñaban los profesores, porque reconocía que, en definitiva, lo
importante era lo que estaban experimentando los estudiantes. La utilización de protocolos de pensamiento en voz alta proporcionó una base importante para comprender mejor qué sucedía en la caja negra.

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